El solsticio de invierno señala el día más breve y la noche más larga del año. Muchas culturas celebran de manera especial este momento de renacimiento, a partir del cual la luz del sol comienza a aumentar de nuevo.
En el antiguo Egipto, aproximadamente en el 5000 ac, se celebraba el nacimiento de Horus, el Rey Sol. Los Sumerios celebraban el nacimiento de Mitra y los romanos honraban a saturno
Los celtas, intimamente ligados a la naturaleza y sus ritmos, celebraban el solsticio de invierno con la llamada festividad de Yule. En ella renace de nuevo el dios sol fruto de la unión entre la Diosa Madre y el dios Bel en Beltane. El nuevo dios crecerá y se convertirá de nuevo en consorte de la diosa, para fecundar a la tierra, muriendo de nuevo en samahin, con el fin de la cosecha y volviendo a renacer en Yule. Se ponen así de manifiesto los ciclos de la naturaleza y su perfección , el equilibrio entre luz y oscuridad, mostrándonos que, tras cada final o muerte , siempre hay un nuevo comienzo. El invierno no es tristeza o muerte, sino el preludio de la primavera, del florecimiento de la vida en la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario